El dolor después del dolor y la dificultad del duelo en Rota

Por Agustina Trupia // Integrante del Área de Investigaciones en Teatro y Artes Escénicas  

Rota es una obra de teatro escrita por Natalia Villamil, ganadora del Primer Premio de Autoras del Instituto Nacional del Teatro, y estrenada en febrero de 2022. Trata sobre la vida que puede ser vivida por una madre, encarnada por Raquel Ameri, después de la muerte de un hijo. Es una obra sobre el duelo y la reconstrucción después de la pérdida. La desintegración de la vida de la madre se evidencia desde la dramaturgia la cual trabaja a partir de textos fragmentarios y desorganizados. Como sostiene le filósofe, Vir Cano, en su libro de 2021, Dar (el) duelo, “los duelos nos hacen calcular lo incalculable y cartografiar lo imposible: el territorio borroso de lo que no pudo ser”.

Los textos con resonancias metafóricas se intercalan entre narraciones de mayor literalidad. Les espectadores, de a poco, vamos pudiendo reconstruir los hechos que vivió esta madre –sin nombre propio– y que la dejaron en este estado de fragmentación en el cual la encontramos desde el inicio de la obra. En relación con esto, Mariano Stolkiner, director de Rota y gestor cultural encargado de El Extranjero, menciona que “la obra se instala en el suceso vivo del momento a momento de lo que está transitando esta mujer que perdió un hijo […], la puesta no transita solo por lo que se expresa desde la textualidad plena del texto escrito, sino que va construyendo una emocionalidad a partir del trabajo de Raquel (Ameri)"*.

La situación de duelo se vuelve aún más compleja cuando, a medida que avanza la obra, comprendemos que el hijo se mató luego de haber asesinado a su pareja. Sobre el pecho de ella, en medio de un estado de angustia y pidiéndole perdón a su mamá, se disparó. El lugar de enunciación desde el cual se narra la historia es el de una doble pérdida. La madre se encuentra entre el dolor por el suicidio del hijo y la angustia por el femicidio que cometió. De esta manera, se retoma la violencia de género desde una perspectiva no tan transitada. La obra se sitúa deliberadamente en un lugar incómodo al retomar ese punto de vista. Hace evidente la destrucción en mil pedazos que produce un acontecimiento así y la angustia por no haber podido hacer algo. Esta rotura no es solo individual, sino que se refleja en el entramado social al punto en que la madre se corre, en determinado momento de la obra, del centro de la escena para ocupar el lugar de quienes expectamos. De este modo, se desplaza y multiplica el lugar de quien observa y a quien el dolor atraviesa con fuerza.

La densidad emocional en la que se nos introduce la obra se contrapone con la limitación espacial: Ameri se encuentra, durante gran parte de la obra, parada sobre una pequeña tarima en el medio del escenario de El extranjero. A cada costado, en diagonal, se disponen de manera vertical ocho tubos de luz roja y, en el fondo, hay una enorme pared en la cual está escrito con aerosol “hijo de puta”. La crudeza del relato se refuerza desde la disposición escenográfica y ubica al personaje, que vemos en escena desde que ingresamos a la sala, como la madre de un culpable –por el sentido que socialmente se le da a ese insulto y no por sus resonancias con el trabajo sexual lógicamente. Desde ese espacio estrecho, el trabajo actoral de Ameri irradia una potencia inmensa mientras intenta recomponer los hechos. La obra ofrece, como fragmentos de un rompecabezas, situaciones diversas que circulan entre el vínculo de esta madre con los policías que encontraron a su hijo luego de haber cometido el femicidio, sus noches de sueños confusos inducidos por medio de algún psicofármaco y la relación que mantiene con un cabo en particular que le recuerda a su hijo. 

Se encuentran dos momentos musicales en los cuales la madre utiliza un micrófono de pie que está junto a la tarima. Recita algunas palabras y canta mientras se escucha, a todo volumen, “Ya no sos igual” de 2 minutos y “Mujer amante” de Rata Blanca. La voz doliente de la madre les canta a todas las mujeres que atravesaron situaciones de violencia. Las canciones de rock imaginamos que podrían haberle gustado a su hijo y, a su vez, las letras se relacionan con lo que sucede en la obra. El diseño de iluminación crea, junto con las canciones y otros sonidos que son escuchados en momentos determinados, espacios independientes que fisuran el relato de la madre. 

El enojo, el dolor, la confusión, la sensualidad se entrelazan en la madre quien manifiesta con insistencia la necesidad de entender cómo fueron los acontecimientos ocurridos en torno a los últimos minutos de vida de su hijo. Por momentos, en el interior de la tarima, vemos las zapatillas negras de lona del hijo. Esas zapatillas, que la madre dice poder reconocer entre muchos pares iguales, tal vez sean lo único que puede identificar como propio de su hijo luego del femicidio que llevó adelante. Eso y el inmenso dolor que le dejó.

La obra, que recibió el Premio Banco Ciudad a las Artes Escénicas 2020-2021 y fue declarada por la Legislatura porteña de interés para la promoción y defensa de los derechos humanos, se presenta en el Teatro El Extranjero en Valentín Gómez 3378, CABA, los martes a las 20:30hs y los sábados a las 20hs.

 

Fotografía de Guido Piotrkowski

*Cita tomada de https://www.telam.com.ar/notas/202203/586832-teatro-rota-mariano-stolkiner-raquel-ameri.html