La banalidad de Funes y Nicole

Por Jimena C. Trombetta // Co-coordinadora del Área de Investigaciones en Teatro y Artes Escénicas

No es una novedad que la constitución del país a lo largo de la historia argentina tuvo siempre una mirada estrábica y europeizante. Especialmente si se trata de la idiosincracia de Buenos Aires. En esa estructura elitista que afectó a todos los estratos originarios, se juzgó y oprimió a los pueblos: las cautivas y la campaña del desierto en el siglo XIX en pos de “educar” y modernizar”, junto con las sucesivas políticas represivas propiciadas por las dictaduras, con sus apropiaciones de niños sometimientos y torturas, son quizás algunas de las acciones que se habilitaron sin mayor replanteo. Esos discursos de odio sostenidos por la soberbia y el cinismo de los altos mandos en conjunto con cierta banalidad del mal (podría pensar Hanna Arendt), pueden ser rastreados en el texto de Cocinando con Elisa de Lucía Laragione. 

“La obra reúne a dos mujeres en una relación de poder: la que sabe y debe transmitir su saber a la otra, la que no sabe. Nicole quisiera ser como sus patrones, se identifica con ellos. La Argentina siempre se soñó europea y de cultura francesa.” (Laragione, 2011, 39). Efectivamente, la cocinera Nicole, se ocupa de destacar su francés, en cada plato que menciona con supuesta y suprema fineza. Es el autoritarismo de Nicole, un mando de cotillón circunscripto a la cocina, que pretende emular al poder de sus patrones. En ese ámbito opresivo, que la puesta compone con un amplio espectro de animales nombrados y expuestos en el medio de la escenografía, es decir de esa cocina alojada en el sótano de la casa, se crea el “lugar-apropiado-para-los-criados”. En esa habitación cuelgan animales de caza, aves y libres como metáfora de los cazados, de las presas. La sangre, los animales vivos y muertos, la caza, son algunos de los signos que Nicole remarca como incipientes tragedias, son esos signos que previenen al espectador, sin llegar a advertirlo sobre la opacidad del texto que solo se revela hacia el final. A esta altura de la nota podemos recuperar que lo animal, los sentidos, el gusto, el olor y el tacto son parte de las palabras que predominan en el texto como un modo de anunciar desde la metáfora el resultado funesto. 

En una iluminación lúgubre, donde los ruidos del exterior se suceden marcando la inminente tragedia, Elisa, una chica analfabeta, decide aprender a cocinar bajo la dirección de esta compleja y suerte de kapanga, ama de llaves. Lejos de defender sus derechos acorde a sus orígenes, ciertamente similares a los de Elisa, lucha por sostenerse en ese espacio de micro-poder que posee. En ese contexto resuena un personaje decisivo para la acción y el desenlace: el carnicero, un hombre de campo que tienen como objetivo cazar y carnear, un hombre sin escrúpulos, Funes. Y sobre ese hombre Nicole le advierte a Elisa, que se aleje, que es un hombre duro, que no tendrá problema alguno en dejarla a mitad de camino. Elisa, que funciona animalizada como la rata que huye de las manos de Nicole en la cocina, que funciona como una presa, no la “olfatea”, no “huele la que se viene con él” y con la propia ama de llaves. Elisa se enamora, queda embarazada, deja de ser útil en la cocina. Madamme desea profundamente un hijo, cuidarlo, desea tener todo aquello que considera que la presa Elisa no tiene derecho a tener. Nicole, obsesionada por los designios de sus patrones se apropia en conjunto de lo que no le pertenece. Elisa trata de huir del cinismo de esa cocina, emprende un viaje a hacia el campo, hacia lo desconocido, pero es acompañada por Funes, ese hombre capaz de matar al tan preciado jabalí alunado, o de dejar un cuerpo a mitad de camino en pos de una orden, sin pensarlo, mediado quizás, como ya expusimos por la banalidad del mal.

Habiendo repasado algunos significados y metáforas de esta opaca obra, escrita por Laragione en los años ‘90, en algunas lecturas surge asociarla con la apropiación de niños de la última dictadura, pero también ver en su material una dinámica que se repite en el binomio amo-esclavo, o en la historia de las cautivas que mencionamos en el párrafo del comienzo. Todas reflexiones que brinda el texto, con una puesta en escena que lo acompaña y se ampara en las muy atinadas actuaciones de Gabriela Villalonga y Luciana Procaccini que pueden verse en el Teatro Becket.

 

Referencias 

Laragione, Lucía, (2011) Cocinando con Elisa, Proyecto 34oS Teatro en Traducción Biblioteca Virtual Texto 11.1.

Arendt, Hanna (2003) Eichman en Jerusalem. Un estudio sobre la banalidad del mal. Buenos Aires: Lumen

Ficha artístico técnica: Dirección: Mariana Giovine; Actúan: Gabriela Villalonga, Luciana Procaccini; Asistencia de dirección: Luis Cardozo, Juani Pascua; Diseño de vestuario y escenografía: Alejandro Mateo (ADEA); Diseño de iluminación: Fernando Chacoma; Música original: Martín Pavlovsky; Fotografía: Gabriel Insaurralde; Producción: Marina Kryzczuk; Prensa: Daniel Franco