Crítica Mandinga, el diablo que vino de África

Por Rocío Villar // Integrante del Área de Investigaciones en Teatro y Artes Escénicas  

 

“Yoruba soy,

cantando voy,

llorando estoy,

y cuando no soy yoruba,

soy congo, mandinga, carabalí”.

Nicolás Guillén (1902-1989)

La obra Mandinga, el diablo que vino de África, ganadora en febrero de 2020 del Festival Internacional de Nuevas Dramaturgias “Teatro D-10”, se presentó, en su segunda temporada, en el Teatro Hasta Trilce durante los meses de mayo y junio de este año. En una suerte de sincronicidad temática la sala  María Remedios del Valle fue el espacio en el cual el unipersonal escrito por  Diego Damián Martínez, dirigido por Yamil Ostrovsky e interpretado maravillosamente por el actor afrouruguayo Mauricio González, volvió a ser ovacionado por un público conmovido y agradecido ante una obra de gran calidad artística y necesaria visibilización temática. 

Encontrar dentro de la cartelera porteña una obra de teatro que ponga sobre escena la afrodescendencia  y sea interpretada por un actor negro es casi imposible. Salvo algunas excepciones como lo fue La Comedia negra de Buenos Aires, con su obra Calunga Andumba, dirigida por las hermanas Carmen y Susana Platero durante la década del 70, o las obras realizadas por la Compañía Teatro en Sepia (TES) creada en 2010 por la actriz y directora afrocubana Alejandra Ejido,  el Teatro Nacional parece estar obstinado en representar una y otra vez el mismo relato con el cual la Nación Argentina construyó su identidad, es decir: Una Nación blanca y europea.

“Soy Matías. Soy de acá. Mis padres nacieron acá” comenzará a decir Matías, el personaje interpretado por Mauricio González, para dar cuenta de las reiteradas veces en las que es cuestionado y discriminado por su color de piel. La obra  denuncia  el racismo actual  trazando un vínculo con la llegada de los primeros esclavos africanos al continente, y principalmente al país, y el surgimiento de la figura de Mandinga como representación del diablo negro. El texto  va tejiendo, de esta manera, un  cruce entre los personajes de Matías y Mandinga en el cual el primero, tras sufrir el dolor del desamor, invoca al segundo para que pueda quitarle esa pena tan grande. Pero Mandinga también quiere contar su verdad, correr el velo de la máscara diabólica con la cual se le presenta  y dejar ver su propio sufrimiento. Él encarna el dolor y el horror de una África que fue saqueada y violentada, cuyos hijos debieron cambiar sus danzas por cadenas, su libertad por esclavitud, su dignidad por humillación.

La actuación gana la escena haciendo que no podamos dejar de ver a Matías/Mandinga sin establecer este cruce temporal. La ductilidad física y entrega con la que Mauricio González interpreta a ambos personajes utilizando sólo un saco como objeto de transformación,  hacen que se potencie la presencia del cuerpo en el escenario. Un cuerpo vivo y presente que es al mismo tiempo un cuerpo histórico, producto no sólo de los hechos sino de los relatos con los cuales se construyó el discurso histórico de identidad nacional.

La acertada dirección de Yamil Ostrovsky para dar ritmo y sutileza a las diferentes escenas está en sintonía con los distintos elementos de la puesta como la iluminación, el uso del humo, el sonido de las castañuelas y la musicalización que merece una mención aparte. La música original  de Carlos Ledrag logra transportarnos  a  ese pulso africano y al mismo tiempo nos devuelve una mirada a nuestro “ser nacional”  incluyendo  reminiscencias tangueras. “Los negros africanos en América, le llamaron tangó, a su tamboril” menciona Carmen Platero en su libro Tango con acento en la o.(2017)

Matías recuerda el mar  y anhela mojar sus pies en él para volver al tiempo que compartía con su amor, pero es ese mismo mar el que trajo encadenados a sus ancestros, el que tragó los cuerpos de miles de africanos que no lograron sobrevivir en el viaje. Entonces él sufre entre las pesadillas y los sueños, entre lo que tuvo y ya no tiene.

El texto permite empatizar con Matías que se dirige al público con un lenguaje coloquial, al que reconocemos como par y establece una pequeña diferencia cuando Mandinga se hace escuchar y las palabras achuras, tango, marote, quilombo nos resuenan de una manera cercana pero distante.

Mandinga,  es una esperanza para quienes creemos que es necesario una revisión profunda y crítica de quienes somos como Nación. Un texto que trae luz  y permite sacar del olvido y de la indiferencia la representación teatral de la afrodescendencia en el país.

 

 

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Autoría: Diego Martínez

Actúan: Mauricio González

Vestuario: Mariana Echaide

Música original: Carlos Ledrag

Asistente de producción: Ildemaro Guarata

Prensa: Valeria Franchi, Yamil Ostrovsky

Producción: DDM

Dirección: Yamil Ostrovsky