Por Bettina Girotti / Co-coordinadora del Área de Investigaciones en Teatro para Niños y Títeres
Desde 2010, Pan y Arte se propone como una verdadera “Casa de Títeres”*, dedicando su programación al teatro de títeres y objetos, a través de exposiciones, ciclos y espectáculos tanto para niños como para adultos. Entre las propuestas para público adulto, encontramos Tarabust, una obra de Daniela Fiorentino y Carlos Peláez, donde el juego y la imaginación superan los límites del lenguaje.
Los límites de mis palabras
son los límites de mi mundo
(Ludwig Wittgenstein)
Siempre se ha dicho que cada familia es un mundo y la del pequeño Eso no escapa a esta sospecha: sobre él pesa una suerte de maldición que le prohíbe hablar. Sus padres ven en él algo que escapa a la “normalidad” e intentarán hasta lo imposible para que de la boca de su hijo salga una palabra. La palabra, su ausencia y sus límites se despliegan en Tarabust, un rumor anterior al lenguaje.
Sus padres intuyen que algo extraño sucede con el pequeño Eso. Sin embargo, ellos no escapan a la extrañeza. Ambos padres (interpretados por Daniela Fiorentino y Carlos Peláez) son sumamente estructurados. Seducidos por todos y cada uno de los “manuales” que ambiciosamente pretender explicar cómo ser padres, cada una de sus poses y sus movimientos parecen haber sido milimétricamente medidos. Evitan los extremos, las luces, las sombras; ni blanco ni negro, gris como su ropa. Pero hay una parte animal en estos padres extremadamente racionales que no pudo ser contenida y que la máscara, capaz de ocultar y revelar al mismo tiempo, se encarga de mostrar. Así, esos cuerpos rígidos, (auto)controlados, normados, se desarman y adquieren nuevas formas. Sus articulaciones se quiebran para dar paso a cuerpos que mezclan lo humano y lo animal: así, el padre exhibe su esencia de burro y la madre, de ave. Ellos oscilarán entre estos dos extremos mientras intentan extraer una palabra de la boca de su hijo.
La palabra y su ausencia son la base del conflicto familiar: no aceptar el lenguaje, aquello que nos es legado, es un acto de rebeldía. Durante unas vacaciones familiares, un accidente pone fin a la resistencia del pequeño Eso y él comienza a hablar. Los padres parecen haber conseguido lo que tanto deseaban, pero su logro sólo es superficial. Cuando no hay otra opción que valerse del lenguaje, no aceptar las relaciones entre la palabra y aquello que designa, entre significado y significante, la rebeldía deviene astucia. El pequeño Eso juega con estas relaciones, altera las palabras, su rebeldía tiene ahora una nueva forma.
La tela -maleable, manipulable, dócil- es el elemento predominante en Tarabust. Títeres y máscaras están realizados en tela (o simulan su textura), contraponiendo una materialidad suave a la rigidez de los padres. Aquí se combinaron los trabajos de Sara Bande (diseño y realización) y también a cargo del vestuario, y el de Alejandra Farley (mecanismos). Nuestro títere-protagonista, el pequeño Eso, es manipulado en ocasiones por Fiorentino, en otras por Peláez y en otras en forma conjunta por ambos padres, construyendo una serie de hermosas postales familiares, donde la manipulación se confunde con la caricia. Como títere de mesa que es, Eso exige un “retablo” acorde a él, convirtiendo en mesa aquella puerta por la que lo vemos entrar al comienzo de la obra.
El uso del espacio aporta a la obra una nueva dimensión. Si la casa es el ámbito por excelencia de la familia ¿por qué no mostrar en ella a esta particular familia? Así, la sala (una de las dos que ofrece Pan y Arte) se nos presenta como un espacio extraño. No es la misma de siempre: las cortinas negras que la disfrazan de caja neutra han desaparecido y revelando su esencia de casa: sus molduras, aberturas y recovecos. Son los trabajos de Victor Salvatore (escenografía) y de Adrián Cintioli (diseño de luces) lo encargados dan forma a este hogar.
En Tarabust, el juego, la imaginación y la rebeldía del pequeño Eso nos permiten descubrir el reverso del lenguaje mostrando la absurdidad de aquello que siempre creímos “normal”.
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* Pan y Arte recibió el “Premio a la Excelencia artística, trayectoria y cantidad de público” en la 3° edición del Premio Nacional de Títeres Javier Villafañe (2016)