Por Jimena Cecilia Trombetta // Co-coordinadora del Área de Investigaciones en Teatro y Artes Escénicas
Adorno, un experimento sobre la indignación de Sergio Lobo relata el reencuentro de una ex-pareja Alicia (Ariana Caruso) y Norberto (Emiliano Mazzeo) que intentan desarrollar un diálogo constantemente interrumpido por viejas discusiones y posicionamientos que traen a la vista mecánicas instaladas en la dinámica de la pareja, despareja por cierto. En un sitio que parece simular la sala de espera de un posible salón de belleza, pero que a su vez será la vivienda de ella, se desarrolla la trama teñida de numerosos espacios de comicidad anclados en las variantes repetidas de los razonamientos no resueltos de Alicia, y de las acciones repetitivas de él. Mientras esta mujer de unos cuarenta años es puro cuestionamiento, Norberto es puro automatismo. En el medio se debaten por un cariño añejo, que prácticamente parece querer resucitar o volver a llamarse amor en un acto milagroso. Lo cierto es que el protagonista masculino luego de haberse alejado de esa relación como un hombre que andaba en silla de ruedas, vuelve a buscarla caminando sin ningún tipo de secuela. A partir de allí el texto diseña diálogos donde los mundos más llanos de ambos se entrecruzan con pensamientos que coquetean con lo existencial, la filosofía y la poesía. Mientras Alicia los encolumna como ideas superadoras analizando los grandes conflictos sociales, Norberto elabora algunos mundos por fuera de la carnicería para impresionarla con sus saberes alrededor del jazz.
Los dilemas que atraviesan la obra son acompañados por objetos y acciones de los protagonistas que mientras muestran el artificio dramático con el que llevan sus vidas adelante, intentan deconstruirlo en la simplicidad de su estar en el mundo. Norberto es un hombre que podría ser pensado como un dependiente que intenta recobrar un espacio y volver a someter a Alicia a sus necesidades, esta vez tratando de convertirse en un ser un poco “lógico”. Por su parte, Alicia es una mujer que se busca en la poesía y en cuestiones sociales pero que no logra salir de las actividades que la separen de una necesidad afectiva, sin embargo recae en construirse como objeto. Alicia se pregunta si es un adorno. La escenografía de Carlos Di Pasquo busca encontrar en su diseño una utilidad metafórica. Un cúmulo de sillas son la síntesis de un posible salón de belleza pero también son metáfora del ruido en la comunicación entre ambos protagonistas. El vestuario de ambos los acerca a sus trabajos y a su vez formula dos estereotipos heteronormativos: quien puede ser brusco, él; y quien cuida, ella. Él pasa sin preguntar, no da explicaciones certeras. Ella, acepta a pesar de todo el discurso que construye y la rodea.
Ficha técnico artística
Autoría: Sergio Lobo
Actúan: Ariana Caruso, Emiliano Mazzeo
Vestuario: Anastasia Maier
Escenografía: Carlos Di Pasquo
Música: Hugo Fernández Panconi
Fotografía: Kike Dordal
Asistencia de dirección: Facundo Nahuel Astrain
Prensa: Paula Simkin
Puesta en escena: Sergio Lobo
Dirección: Sergio Lobo