El muro que nos divide

Por Markel Hernández Pérez // Universidad de Granada. Departamento de Literatura Española en Hispanoamérica

Lo que quieren las guachas empieza con un esquema shakesperiano: Sol, una joven de clase alta se enamora de Owen, un desfavorecido latino que trabaja vendiendo medias frente al colegio de ella.

Pero el auténtico protagonista de la obra no es la pareja, sino el muro que ocupa todo el espacio, trabajo del escenógrafo Agustín Leonardo Addesso. Un muro que separa dos mundos económicos, pero sobre todo, un muro que se degrada: en su izquierda empieza blanco impoluto con un cartel de advertencia de zona videovigilada, y a medida que se extiende hacia la derecha, el muro pierde color, se descascarilla hasta que en su extremo opuesto deja al descubierto los ladrillos que lo componen, medio derruido, y es ahí donde tiene lugar el espacio de la familia de Owen, en una zona casi a la intemperie. El muro, además, establece los espacios diegéticos donde transcurre la trama: es la pared de la salida de un instituto, la casa de la familia de Owen, una discoteca si suena música tecno.

El muro juega a ser también la propia calle donde ejerce como prostituta Mariela, la madre de Owen. Cabe destacar la presencia de este personaje, una mujer trans que adoptó a Owen y su hermana Yani como sus hijos, y que es víctima de la violencia que se ejerce no solo contra las prostitutas, sino contra las mujeres trans, ya que su género no deja de ser cuestionado hasta la burla y el abuso.

Esta realidad dicotómica concluye con la noticia del embarazo de las dos chicas jóvenes. Por un lado, cuando Sol se queda embarazada de Owen y sus padres la llevan a una clínica privada donde le realizan el aborto favorablemente. Por el contrario, Yani, la hermana de Owen se queda embarazada cuando el exnovio de Sol la viola durante una fiesta. En su caso, no puede permitirse pagar la operación, así que Mariela la lleva a practicar un aborto clandestino que se complica y termina con la vida de la joven.

La dramaturga y directora Mariana Cumbi Bustinza demuestra que se puede realizar un teatro total con pocos recursos, siempre que la estructura dramatúrgica tenga una base bien asentada. Los bailes son metáforas de la violencia por la dualidad sistémica y las canciones complementan el universo emocional de los personajes. Con todo, la obra no transmite un mensaje determinista, sino realista: así son las cosas; pero no promulga que los pobres seguirán siéndolo y los ricos vencen ilesos, sino que habla de la resiliencia y de la felicidad de ser querido.

La obra puede verse los sábados a las 22:30h. en el Teatro El Extranjero y si desde su estreno en 2019 todavía se mantiene en cartelera con éxito, incluso habiendo conseguido el Premio José María Vilches "Mención especial" y siendo obra reconocida de Interés Cultural, es porque el racismo, la aporofobia y la transfobia son tan clásicos como Romeo y Julieta.