El teatro no te representa

Por Markel Hernández Pérez / Universidad de Granada. Departamento de Literatura Española en Hispanoamérica

Entras al teatro Timbre 4, un domingo por la tarde, a las 18 h., has comprado un boleto para ver El mecanismo de Alaska, Federico Lehmann y Matías Milanese bailan música pop, canciones que bien podían sonar en cualquier boliche la noche anterior, se divierten mucho, te invitan a bailar, a unirte a ellos en su frenesí, no descansan, una canción tras otra, sus cuerpos sudan exhaustos, llegan a un trance actoral, recuerdan la ritualidad del teatro y entonces empieza la obra. 

Federico y Matías cuentan cómo llegaron a conocerse y enamorarse, desde la vida de sus abuelos y la de sus padres respectivos hasta su llegar a su nacimiento, a través de una Argentina en cambios abruptos; hablan de su amor por el teatro y de cómo este se desvanece por culpa de las personas que lo enseñan; recuerdan cuando encuentran un gato y lo adoptan, y este se convierte en su hijo y le cuentan la historia de la dramaturgia rioplatense; el hijo se hace mayor y un día llega una guerra con reminiscencias a la de las Malvinas, un conflicto que de nuevo amenaza las fronteras del país y la identidad nacional; el hijo es llamado a combatir en una guerra que también acabará en derrota.

Esta pieza se descubre desde el principio como una crítica al propio teatro y a las escuelas teatrales. ¿Por qué el teatro no habla de ti? ¿Por qué no te representa cuando presume de hacerlo? ¿Qué circunstancias personales compartes con la Rusia de Chéjov? ¿Cuáles con Hamlet? ¡Cómo va a ser posible la identificación! Aquí se cuestiona si las pasiones de los clásicos son universales y atemporales realmente, y por qué no se enseñan las pasiones universales actuales: las tuyas. 

Ese es el punto, conocer la vida real (o no) de los actores e imaginar la ficción desde ahí, que hablen de los pequeños gestos de amor de su día a día, y que en ese pacto de contemporaneidad atemporal te ofrezcan la mano para llevarte a su vorágine narrativa, y sin darte cuenta descubres que están hablando contigo, de ti, aunque no sea exactamente tu historia.