Hacia la muerte con Caronte

Por Jimena Cecilia Trombetta // Co-coordinadora del Área de Investigaciones en Teatro y Artes Escénicas  

Vistiendo sombras escrita y dirigida por Gustavo Andrés Rocco con la actuación de Lucas Foresi se puede ver en el teatro La tertulia los viernes de septiembre a las 22 horas. La gacetilla nos brinda una sinopsis que podría orientarnos en el espíritu de este unipersonal: “La soledad empuja a huir de ella a través de los otros que somos o que  habitan en nosotros. La idea de la muerte, de la que en solitario no se escapa,  se entrelaza con la vida y ambas se confunden. ¿En cuál de los mundos está el  sujeto verdaderamente? Ni siquiera él lo sabe.” 

En la pluma del autor se traducen tres personalidades que podríamos ubicar entre el adulto devenido en monstruo, el niño anulado y un ser que intenta analizar el derrotero de este: el personaje disociado en escena. Podríamos pensar la profundidad de este texto en el debate entre la vida y la muerte, la peste, las insistentes exigencias de la sociedad, y una presión adicional ubicada en la madre, la amante y la ex. 

Este varón envuelto en una bata de estampados orientales es, durante toda la obra, enclavado por las circunstancias alimentadas desde estructuras patriarcales fomentadas desde aquellas mujeres que sitúan sus quejas en el agobio del hombre formal y del macho proveedor que el protagonista no puede ser. Su debilidad, gestada desde el vientre materno, se traduce en la detención del tiempo de un ser infantil que fue coartado desde el palabrerío devastador de su madre. De este modo, el niño no deviene hombre, no pega ese salto ontológico hacia una persona consciente de sí, sino más bien queda abigarrado en el más sutil y funesto comentario: el de ser catalogado de inútil. Así, Rocco expresa sin más que “Es el niño que no tiene la fuerza para matar al dragón... (Con énfasis) porque no le da la fuerza para mover los brazos de ese hombre vencido en el cual habita.” Sin valor, sin una dirección en su subjetividad, su cuerpo (el del actor) se retuerce en el escenario, con dejos del sacrificio grotowskiano, en un acto por comprender y sopesar esa cercanía a la muerte total, o la asimilación del monstruo por el que fue creado.  

En esa seriedad donde nada es suficiente, un colmo hilarante se expresa en el diálogo con su ex que parece concentrar parte de lo perverso del sistema. “Ah, ¿no sos Teresa de Calcuta?... No, digo, como te quedaste con el leprosario de Repúbica de la India y Av. Libertador...” le espeta el protagonista. Las perversas y repugnantes demandas, finalmente se sitúan en quienes sostienen el status, en este caso de la mano de las mujeres (funcionales a las estructuras del sistema) que lo rodean. De este modo, ese cuerpo enmarañado en el niño, reflexiona y reclama pero concluye que no logra crecer.  De este modo, la decisión comienza a cobrar forma, y Caronte accede a llevarlo gracias al pago de algunos amigos capaces de sobre llevar el pago del viaje por el inframundo.