Por Jimena Cecilia Trombetta // Co-coordinadora del Área de Investigaciones en Teatro y Artes Escénicas
La época de Lola Mora fue atravesada por los procesos modernizadores que fomentaba Julio A. Roca. El área de la política, la economía y lo social, diría Oscar Terán, eran sostenidas en la estructuración del estado nacional, que tenía la fuerza legítima luego de un largo tiempo de hechos violentos y en convivencia con múltiples conflictos sociales. En esa época enmarcada en el llamado modernismo, existía cierto malestar en el campo artístico que no encontraba un espacio de formación más que fuera del país. Recién hacia fines de siglo las artes visuales de la mano del grupo El Ateneo conformaba una puja por las academias y un impulso para la creación de un museo nacional de bellas artes. En ese contexto se desarrolla profesionalmente Lola Mora. La beca otorgada por el gobierno nacional, dirá Corsani, le "permitió viajar a Europa y estudiar en los mejores talleres italianos". A partir de la beca comienza a estudiar con Francesco Paolo Michetti (1851-1929) en Roma, gracias a la recomendación de Santiago Fallucci, su maestro en Tucumán, de acuerdo a los datos brindados por Corsani. Finalmente de la mano de Giulio Monteverde (1837- 1917), se dedica a la escultura. Así se constituye la figura de Mora de manera histórica. Esa figura es la que en la historia del teatro se ha llevado a escena en algunas ocasiones.
En Hasta Trilce es donde se puede ver Nereides, una obra inspirada en la imagen histórica de Lola Mora y específicamente en La fuente de las Nereidas. En ella solo vemos los cuerpos presentes de tres mujeres en tanto que no pesan ni aparecen los hombres que la formaron, sus maestros. En ese espectáculo, anclado en el baile flamenco que repiquetea el taco de los zapatos en el escenario, se asemejan imágenes, imaginarios y fragmentos de la vida de Lola Mora. Con cambios de vestuarios que van del tono realista a cierto espacio de lo fantástico, podemos apreciar en un comienzo el negro que marca la muerte de Lola, de su carrera, las cartas rotas por su familia y la pérdida de un posible hijx no nacidx. Luego el blanco y el beige se asientan en un acto de narrar su trayectoria, a sus movimientos enérgicos con la piedra. Por su parte, el celeste en túnicas de seda apuntan a acrecentar la metáfora si queremos imaginar la libertad que transitó Lola Mora a lo largo de su vida. En ese acto de aceptar su espíritu como agua, la construcción de La fuente de las Nereidas en Nereides homenajea su figura. La obra de danza encarnada por tres bailarinas (María Sara Cadirola, Laura Donadini y Anabella Ablanedo) no es sin la intervención de lo intermedial que recupera los paisajes del norte, los viajes de Lola Mora y lo vinculado a la naturaleza y el trabajo que los seres humanos podemos imprimir en ella. Nereides, es una obra que habla de los cuerpos de las mujeres, justamente a través de esa historia de vida anclada en el quehacer escultórico. En este sentido, el vestuario retoma no solo vestidos que emulan la época, sino también esos pantalones característicos que usaba Lola Mora, y que eran objeto de crítica en la sociedad de fines del siglo XIX. En varios registros podemos ver tildadas de marimachos a las mujeres que efectivamente hacían uso de esa prenda y claramente la combinación con el trabajo movilizaba y fomentaba los prejuicios hetero-normativos de aquel entonces. En este sentido la obra sin apuntar a conformar una narrativa lineal o fiel a la historia, se nutre de ella y deja a la vista parte de la ideología de Lola Mora y su modo de transgredir la época.