Sobre las virtudes de la derrota y la vacilación

Por Agustina Trupia // Integrante del Área de Investigaciones en Teatro y Artes Escénicas  

 

Sobre las virtudes de la derrota y la vacilación

“Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos […], 
ante esa antropología del ganador de lejos, prefiero al que pierde. 
Es un ejercicio que me parece bueno y me reconcilia conmigo mismo”

Pier Paolo Pasolini – Rosaria Gasparro

 

Desde el momento en que estamos formando la fila para ingresar a la sala, el elenco de Leviatán nos adelanta que los textos utilizados pertenecen a fuentes diversas y queridas. Y, al finalizar la obra, nos comparten algunos fragmentos impresos, que fueron incorporados, de Pier Paolo Pasolini, Ray Bradbury, Andrei Tarkovsky, Henri Michaut. Ignacio Gómez Bustamante se encarga de la dramaturgia y dirección de la obra la cual cuenta con la producción de la Compañía Banfield Teatro Ensamble. En escena, junto a Gómez Bustamante, se encuentran Sebastián Carzino, Gabriela Ledo y Luisina Rosas.

En la sala del primer piso de Dumont 4040, con una iluminación cálida que tiñe el espacio, se presenta el elenco frente al público con pantalones, camisas, remeras. Todo, de color liso. Comienzan, sin previo aviso, a decir los textos. La obra se construye a partir de la revelación del artificio y esta es una de sus potencias. No intenta esconder los andamiajes sobre los que se erige la obra. Todo lo contrario. Vemos a actrices y actores cambiándose, maquillándose y realizando diversos personajes. Los diferentes espacios de la obra se despliegan a partir del uso ingenioso que se les da a los elementos.

Al pensar en Leviatán, surgen tres momentos. En el primero, los cuerpos que se mueven por el espacio van desperdigando textos de una enorme belleza poética. Se habla de la fragilidad, del fracaso, de la interrupción como modos habitualmente despreciados y, sin embargo, valiosos y constitutivos de la experiencia humana. Actrices y actores nos miran a los ojos y, como si fuera una coreografía perfecta, van articulando sus textos. La propuesta nos invita a dejarnos llevar por las imágenes que se desprenden. Hay una fragmentación en la continuidad discursiva que es acompañada por los movimientos corporales. Mientras dicen, los cuerpos se desplazan por el suelo, suspenden los movimientos y sostienen posturas en el aire.

En un segundo momento, aparece un personaje que hace las veces de espectador. Se sienta en la platea y pone en palabras algunas de las sensaciones que puede estar despertando la obra. En este momento, el trabajo de Gómez Bustamante es preciso y genera comicidad al manifestar, desde el sentido aparentemente común, las insatisfacciones con la obra. Se suma a esto el hecho de Luisina Rosas encarna, por un rato, a la obra misma la cual se defiende y le responde.

Un tercer momento despliega personajes alegóricos. Vemos frente a nuestros ojos, abstracciones que son personificadas: aparecen El poder, La muerte, El amor y La palabra. El conjunto de actrices y actores funciona de manera coral, como si fueran melodías. Mientras que alguien hace el solo, el resto acompaña poniendo el cuerpo, brindando la utilería o incluso haciendo sonar instrumentos musicales.

De esta manera, Leviatán nos lleva de paseo por los mundos imaginarios que despliega. Desde el inicio, vemos sillas, instrumentos musicales, papeles, vestuario y otros elementos dispuestos en el espacio escénico. Cada uno de ellos es usado de manera precisa en momentos determinados y son los engranajes de esta máquina poética. La plasticidad de los rostros y cuerpos sobresalen en la obra. Se conforman conjuntos de sonidos y movimientos corporales en los cuales, si bien las palabras son de suma importancia, la construcción y transmisión de imaginarios se sostienen en diferentes pilares. En este sentido, la sonoridad de la obra también destaca en diferentes planos. El modo de decir de actrices y actores conforma un conjunto sonoro delicioso. Y a esto se agregan los instrumentos musicales y la voz cantada.

Las imágenes, construidas a lo largo del acontecimiento teatral, entran en diálogo con la imagen primera y aglutinadora que es la que surge del título: ese monstruo marino que encarna el mal en los textos bíblicos y que luego retoma, en el siglo XVII, Thomas Hobbes para referirse metafóricamente al Estado. En la obra, ese monstruo descomunal es también figurado como la sociedad que se fue –fuimos– construyendo en torno a discursos exitistas, individualistas y egoístas. En medio de esto, la obra de Gómez Bustamante se presenta como el esbozo de un camino alternativo que nos recuerda maneras de vincularnos y cuidarnos ligadas a la escucha, la fragilidad y la dulzura. 

Leviatán se presenta en Dumont 4040, en Santos Dumont 4040, CABA, los domingos a las 17hs.

Fotografía de Mariana Fosatti