Titanes abatidos

Por Jimena Cecilia Trombetta // Co-coordinadora del Área de Investigaciones en Teatro y Artes Escénicas

Dictaduras cívico-militares con sus “procesos” de torturas y desaparición de personas en incremento; fechas como 1962, 1966, 1976, y su germen desde 1974 con paramilitares en plan de persecución política, son algunos de los hechos que acompañaron la presencia en pantalla de Titanes en el ring. Este programa televisivo inaugurado en 1962, que estaba poblado de héroes y antihéroes practicando lucha libre, continuó en el tiempo para permanecer en simultáneo a la Guerra de las Malvinas.  La sociedad civil, que consumía el conflicto bélico como si fuese un espectáculo, daba espacio a Revista Gente, al Fondo de donaciones, al programa Tv 24 horas y a ‘60 minutos: espectáculos mediáticos que incentivaban el “patriotismo”, y la guerra como un casi triunfo asegurado. En ese contexto, Titanes continuaba como un supuesto programa infantil amparado en  personalidades que la obra de teatro Catch, última pelea lleva a escena en El Extranjero. 

Esta puesta, dirigida por Marcos Arano Forteza con escritura de Gustavo Gotbeter, recurre a la narrativa de la última pelea entre “El hombre de las nieves del sur”  y “La momia” (Manuel Lorenzo y Santiago Cejas). La obra va desde el presente al pasado para reconstruir las deudas entre ambos personajes.  Desde algún lugar, los asuntos pendientes entre los contrincantes son faltas del pasado histórico que la obra menciona al pasar, y que efectivamente quedan metaforizados en los protagonistas. En este punto, la historia del texto dramático marca un termómetro de época. Bajo el nombre ficcional Héroes y villanos del Catch, se relata el primer episodio nefasto del programa: la muerte de uno de sus luchadores en plena acción.

Si bien no es una obra sobre las Malvinas, ni sobre la proscripción peronista, ni sobre las dictaduras, si deja entrever la existencia de sus protagonistas sujetados en su historia de un modo sutil y metafórico. A este punto aporta el personaje femenino, que interpreta Rocío Panozzo, que en su vestuario de muñeca sexual, se embate atada a una pugna entre la liberación sexual y ser un objeto funcional a la mirada de quienes la cosifican. Sin dudas, la estrategia escénica marca un uso habitual de la mujer en el ámbito pugilístico y del espectáculo masivo de los años ‘80, que es donde está situada esta última pelea.

Como de metáforas se trata, también la puesta ofrece en su disposición escenográfica estantes inestables con cabezas de maniquí que simulan ser copas ganadas, metáfora abierta que podría pensarse quizás como cuerpos caídos, vencidos por un protagonista tan abatido como ellos. Quizás la mayor funcionalidad en la escenografía sea la placa mecánica que funciona de pared y de ring, para cambiar de espacio-tiempo y para poder situar la última escena en el pasado herido y abierto. Sin ninguna duda la iluminación acompaña los climas del presente, con su debacle y la estridencia del ring en los tiempos de antaño.