Por Agustina Trupia // Integrante del Área de Investigaciones en Teatro y Artes Escénicas
¿Cuántas máscaras construimos a lo largo de nuestras vidas? Detrás de esa multiplicidad, ¿hay acaso una unicidad? Estas cuestiones en torno a las variaciones de la propia identidad y las maneras en las que nos mostramos frente a otras personas son algunos de los temas centrales de UNA. Haciendo juego con el título de la obra, se presenta la cuestión de la imposibilidad de concebir nuestra propia identidad como una sustancia cerrada, estática y unitaria. Nos vamos construyendo frente al resto de las personas. En esas interacciones, nuestra identidad se ve empapada por la subjetividad externa y se termina de constituir en ese abismo que nos une y nos separa. Sumado a esto, cargamos con la certeza de que jamás podremos vernos tal como nos ven.
UNA es una reescritura de Uno, ninguno y cien mil, la última novela que escribió Luigi Pirandello en 1927. Giampaolo Samá, dramaturgo y director de la obra que se presenta en Timbre 4, realiza dos grandes operaciones sobre esa novela. En primer lugar, hace que el personaje masculino principal, que narra en primera persona la historia, sea reemplazado en la obra de teatro por una mujer, Angélica, quien es encarnada por la actriz Miriam Odorico. En segundo lugar, la materia narrativa es trasladada al campo de la dramaturgia. De esta manera, es puesta en escena por el director, actor y docente italiano que vive desde hace años en el país.
En sintonía con lo que sucede en la novela, a partir de la mención que realiza el marido sobre su nariz torcida, aspecto que Angélica nunca había notado sobre sí misma, esta comienza a dudar de su percepción y a ver las cosas a su alrededor desde una nueva perspectiva. Esa observación –en apariencia simple– desencadena una nueva manera de habitar el mundo para el personaje. Los encuentros del personaje con su reflejo en el espejo como las ideas en torno a su nombre producen una risa reflexiva en les espectadores. Parte de la potencia de la puesta en escena radica en que la actriz se encuentra absolutamente todo el tiempo que dura la obra sentada en una silla, único objeto que hay sobre el escenario. Desde ese espacio reducido, se despliegan los múltiples personajes que irá interpretando para narrar la historia de la vida de Angélica. De manera similar a lo que nos ocurre en la cotidianeidad, cuando interpretamos, de cierta forma, distintos roles según el ámbito en el que estamos, el personaje principal de la obra encarna diversos personajes y, junto con esto, múltiples formas de sí misma.
La habilidad de la actriz permite que sigamos el relato de los acontecimientos y que, a partir de la construcción de cada uno de los variados personajes, podamos comprender quién habla. Su manejo corporal como vocal son precisos y funcionan como puntos de apoyo para quienes vemos la obra. La actuación se acerca por momentos a un registro exagerado para el cual las caricaturas que produce de los demás personajes son funcionales a la historia que va narrando. La variedad de situaciones que transcurren son acompañadas por la iluminación que produce climas distintos a partir del juego de luces. Asimismo, el silencio ocupa un lugar primordial en la puesta en escena que funciona como un contrapunto cargado de peso e importancia.
La obra ofrece un despliegue filosófico contundente. A raíz de los interrogantes que toman al personaje, este comienza a reflexionar sobre la mirada de las demás personas. De esta forma llega, por ejemplo, a la conclusión de que la persona con la que su marido está casada no es ella, sino la versión que él tiene de ella desde hace años. A su vez, se pregunta por las posibilidades concretas de estar en soledad cuando en realidad estamos siempre con nosotres mismes. Tal como dice en su novela Pirandello, “la soledad no está nunca con vosotros; está siempre sin vosotros, y sólo es posible con un extraño alrededor”.
Junto con este estado de alteración generalizado de su comprensión del mundo, aparece una lucidez impactante en sus reflexiones. Y también surge la posibilidad de entretenerse con las modificaciones que puede suscitar a partir de cambiar el rol asignado frente al resto. Los problemas de Angélica estarán ligados a que estos cambios producen desbarajustes en las expectativas que les demás tienen sobre ella. Entonces, en el viaje que la lleva al despojo y a la exploración, aparece la cuestión de la locura. Con ella, surge la posibilidad de que la locura esté repleta de observaciones que cargan con una verdad y claridad por momentos devastadoras.
UNA fue estrenada en 2020 y es producida por la Compañía Perbacco. Recibió la nominación a los Premios Trinidad Guevara en la categoría Actuación protagónica femenina y recibió en 2022 en Uruguay el Premio Florencio en la categoría Espectáculo extranjero. Se presenta los sábados a las 20:15hs en Timbre 4 (México 3554, CABA).