Viajes históricos y utópicos: sobre la obra de Cristina Escofet

Por Jimena Cecilia Trombetta // Co-coordinadora del Área de Teatro y Artes Escénicas.

Travesías femeninas de Cristina Escofet ofrece la lectura de seis obras de las cuales cuatro se enmarcan en pensar a mujeres de la historia, que se conformaron como luchadoras de la construcción de su propia identidad. Estas mujeres, en su mayoría cercanas al poder, conformaron parte de la historia argentina que luego fue invisibilizada, y que Escofet con su pluma trae desde un lugar afectado y atravesado por su propia experiencia como mujer, como filósofa y como escritora teatral. Para comprender esa historia, esa memoria, esos diálogos en el marco de una ficción teatral, entrevistamos a su autora que avanzó en sus respuestas develando parte de su proceso creativo y su perspectiva sobre estas mujeres que enlazaban lo cotidiano a sus luchas públicas.

Jimena Trombetta- ¿Cómo surge el proyecto de compilar el libro Travesías femeninas? ¿Por qué decidiste incorporar estas obras?

Cristina Escofet- El proyecto, surge en pandemia. Mi departamento es una biblioteca. La primera sensación que experimenté, una vez concientizada de que no serían quince días, fue, ¿Por qué tengo tantos libros? ¿Qué sentido tiene vivir rodeada de libros? ¿Por qué tantos?

El afuera recortado. El teatro suspendido, (estábamos en pleno éxito con Yo, Encarnación Ezcurra en el Picadero), los cafés cerrados (soy de las que piensan en un cafés, de las que pierden el tiempo), y la larga cadena de etcéteras que nos sujetaban a todos. Caminar no más de 500 metros. Alcoholes. Barbijos. Saludos cuasi mutilados. Y hasta la terraza del edificio cerrada. Mi departamento era la única opción posible. Y los libros se me representaron una opresión. Hasta que me rendí ante la realidad. Retomé el hábito de escribir mi diario. Y me refugié en la filosofía transpersonal, en Joseph Campbell, por ejemplo, mi mundo de piedras, en la relectura de La Peste de Camus. Transformé mi cuarto en un gimnasio, me compré una cinta caminadora (Juancita caminadora) que metí en mi lavadero cerrado y de repente el universo reducido, se me hizo un planeta interesante. Regar una plantita de albahaca, como si fuera un cantero, hacerme amiga del verdulero que me hacía los mandados. Escribir mi diario mezclando filosofía (mi formación de base. Soy profesora del filosofía) con cotidiano (Diario de marzo, publicado por Florencio, Argentores)

Creo que ahí empezó mi viaje. Todos tenemos un lado A y un lado B. En pandemia, mi lado A estaba obturado, claramente y mi lado B (ligado a lo que comúnmente se llama metafísico)  comenzó a tomar protagonismo, por ejemplo, en entrevistas por radio en forma telefónica, sucedió que cerraba mis reflexiones con lectura de cristales o de tarot y esto suscitaba un encanto interesante. 

Sin saberlo, mi casa, era mi totalidad y se había convertido en un portal alquímico. En esa alquimia, Travesías femeninas me vino a buscar de la mano de la leyenda de Avalon (la isla sagrada de Arturo y Morgana) y comprendí que el hilo que unía a las obras que yo quería compilar, habían sido viajes a zonas de apertura de conciencia. Y que la escritura había sido siempre mi soporte. Soporte de una travesía. La de vivir. La de experimentar. La de crear universos personales, y de ficción. Avalon, se me presentó como una clara imagen de la búsqueda de los lugares sagrados y despejó la pregunta que de pronto angustia a la filosofía del Occidente, ¿podemos hablar de utopía? La utopía se me presentó claramente como un viaje hacia diferentes zonas de comprensión de la existencia. El mundo detenido hacia un “reordenamiento” global, me era ajeno. Y sin embargo, la utopía parecía brillar en cada una de las zonas de inflexión que las obras a compilar en Travesías, me aportaban. Y sentí con claridad que cada una de ellas había sido un viaje. Y me lancé a la aventura de armar este tomo de esta manera, planteando una suerte de travesía en busca del “sí mismo”. Un viaje, no más ilusorio que la realidad clausurada, no menos real que personajes contundentes, que desde los escenarios me interpelaban. 

Y así nació. Como un todo. Como un viaje de descenso.

Fridas es un poema a Frida Kahlo: expuesta en todos sus cuerpos. Con una visión intensa y hasta feroz de la existencia. Una conciencia desgarrada de sí y del mundo. El aprendizaje a través del dolor.

Sol de noche: Un thriller pueblerino. Dos delirantes Fina y Felicitas, en el mundo del tiempo detenido de los pueblos. La convivencia con la realidad, la irrealidad, el secreto y el misterio (eso que denominan realismo mágico y fue el marco de mi origen en mi pueblo pampeano, Caleufú)

Yo, Encarnación Ezcurra: La fuerza raigal de la mujer de Rosas. Cerebro político de su hombre, pero a la vez feroz e incisiva en un olfato que anticipó la derrota, leyéndose en las contradicciones de la política.

Sonata erótica del Río de la Plata: Trinidad Guevara y Mariquita Sánchez, exiliadas de una sociedad sofocada por las luchas por la soberanía, refugiándose en la soberanía de la libertad de amar, como una zona de exilio y una forma de ejercer soberanía personal.

Las Lucías. El diálogo de una Lucía periodista sobreviviente de los 70, con Lucía Cullen, desaparecida en 1976. Una obra de encastres de una vida en otra y el diario personal de  la periodista, como testigo lúcido.

A través de los granos de maíz (Memorias de Mallinali). Una Huesera de más de 400 años, encarna la figura de la Malinche, la “lengua puta de Cortés. La Maliche, la gran astuta mesoamericana. ¿Traidora o sobreviviente?

 

JT-¿Cómo podrías describir tu proceso de escritura?

C.E.- La escritura no tiene un solo camino, requiere de cierta espontaneidad siempre, ya que en sí es un impulso. He dicho en ciertas oportunidades que el impulso de la escritura es el de una lógica alterada. Implica corrientes y contracorrientes.

Así, en mi libro, Teatro, memoria y subjetividad expresé:

“Escribir es seguir la imagen. Seguir el flujo. Descubriendo la narración como una calle de interconexiones. Como un rizoma que se expande trabajando una geografía de conexiones no causales. Nuestro cuerpo es la propia escritura que se expande. Y las ideas si es que van a corporizarse en una ficción del orden que sea, se liberan de la mente, porque jamás se gesta el impulso narrativo desde allí. La mente sólo fabrica ciertos corpus que si invaden los espacios creativos en su totalidad, se convierten en ladrillos de mandatos molestos. Cuando decimos que una idea toma cuerpo, es porque dejó de ser un concepto, pasó al flujo del que el cuerpo ya como un no cuerpo, forma parte”.

 “La escritura es un impulso que atraviesa la imagen que habrá de conducirnos a la narración, donde el lenguaje es el instrumento. Tan laxo y maleable y contundente como un rio. Desafiante y desconocido siempre. Extranjeros en la propia lengua construida, eso somos, encontrando en las líneas de fuga nuestra propia subversión. No se trata de transmitir mensajes, sino construir cuerpos de ficción, construyendo otras realidades, otras configuraciones corporales, temporales, estableciendo nuevas conexiones entre palabra y escritura, entre lo visible y lo invisible, entre lo que sucedió, lo que pudo suceder  y lo que está sucediendo en un aquí y ahora ficcional, siempre capaz de ser recreado”.

J.T. ¿Qué te inspira de las mujeres en la historia? 

C.E.-Es una linda pregunta. 

Supongo que me inspira lo que me inspiraba de chica: ser esas mujeres que me relataban o veía en el cine, o leía. 

Me inspira el otro lado del personaje que abordo. Ese instante que está esperando convertirse en realidad escénica. Porque cuando un personaje comienza a hablar, se corporiza. Y está esto del llamado. Me inspira saber que son voces que me llaman. Jung en su libro Rojo, decía: las voces están, sólo hay que ir hacia ellas. 

Desde luego no voy en forma ciega. Estudio, investigo, y luego cuando siento que las mujeres están instaladas junto a mí, no hago más que escribir lo que me dicen. Por último, me inspiran las mujeres de la historia, porque me inspiraron las mujeres de mi familia.

J.T. -Tu libro tiene patrones, a mi modo de ver, qué articulan lo imaginario con lo político y la historia. Quisiera saber entonces ¿cómo equilibrás esos puntos en cada una de las obras?

C.E.- Puntualizás en lo político y lo histórico. Es una pregunta muy compleja. Lo político está presente como un principio de ejercitar soberanía en todas mis obras. Lo personal es histórico, reza el lema feminista de los 60, luego la historia me proporciona una carnadura, a donde poder articular personajes que arman su propia territorialidad. En una dialéctica, donde yo también en paralelo, voy construyendo mi propia soberanía. No en forma mimética, desde luego, porque estaríamos simplificando. Pero un personaje, construirlo, comprenderlo, te ayuda a comprenderte en tu propia construcción como sujeto.

Aludís a un equilibrio. Es un equilibrio de tensiones, de conflictos, de contradicciones. Hay una búsqueda de equilibrio permanente en cada uno de mis personajes. Eso juega en cada una de mis obras. 

Tomemos la ficción de Sonata erótica del Río de la Plata. Sus dos protagonistas. Trinidad Guevara y María Sánchez (Mariquita Sánchez de Thompson) Hay una necesidad en ambas de afianzar soberanía sobre sus cuerpos personales en un determinado tiempo histórico. Eso sería lo político, como la cuota de poder individual que me permito ejercer desde la vida. Algo así como decir: “Yo desafío al poder que determina un orden, ejercitando una articulación diferente en mi vínculo con el otro. Y ese es mi poder.” 

Trinidad defendiendo su libertad de amar rumbo al cadalso. María Sánchez, ejecutando su propia soberanía política asumiendo el destierro como sobrevivencia personal y su capacidad de amar, también como un destierro. Tánatos vs Eros. El erotismo como una zona de rearmarse desde una emocionalidad que las ayuda a comprenderse como mujeres. No porque en ambas opere un sentido nítido de lo que es ser mujer, eso es lo rico, ninguna de las dos lo sabe,   en ambas opera la libertad de la búsqueda como destino.

Ambas ejercen la soberanía de adueñarse del territorio de sus emociones. 

Una dialéctica ficcional de identidades y des-identidades que sin duda se tensa en  una historia de guerras y de sangre y de venganzas y de luchas territoriales en la política de nuestro país, con escaso espacio para entender de autonomías femeninas. 

J.T.-Por otro lado veo que lo político invade lo cotidiano, lo privado. Me gustaría que observes ese punto sobre  tu propio feminismo y cómo lo trasladas a tus obras.

C.E. Nuevamente una pregunta compleja. 

Espero contestarla con claridad. 

Nuestra vida está a travesada por permanentes actos de ejercitar nuestra soberanía. Esto es lo que constituye una actitud de vida, no como slogan ni como dogma, sino como actitud de lucha, de mirada de enfoque. Es lo que conforma nuestra política de vida y hasta de supervivencia, y conforma también un modo de articular vínculos ficcionales a la hora de escribir.

Ahora, te referís a mi propio feminismo. Es un modo de ejercitar en la escritura una mirada situada (Braidotti) donde leerse en la diferencia. El feminismo para mí (más allá de mi formación que es permanente, continua y fluida) no es un corset normativo, es una manera de situarme dentro de corrientes como el existencialismo. Uno no está del mismo modo ni en la vida, ni en la política, ni en el pensamiento. Hoy te diría que si algo me define es el humanismo.  

Todo acto de autoafirmación es político. Y somos un sujeto en construcción permanente. Lo cotidiano, desde que te levantás está atravesado de pequeños actos de autoafirmación, desde la delimitación de tus espacios hasta el ejercicio de armarte en tus lugares sociales, intelectuales, artísticos, personales. Te vas construyendo. En un continuo armarte y desarmarte.  En el escenario ficcional, los personajes en el perímetro de una caja escénica te muestran de qué modo se sitúan en su conflictiva, y en una hora se exponen con todas sus contradicciones. Nosotros tenemos la vida. Y quería lo más parecido al escenario, sea una sesión de análisis.

J.T.- Quiero preguntarte ¿cómo es el proceso para imaginar el inconsciente de los personajes que creas? Te lo pregunto porque  creo ver una búsqueda que trasciende la historia visible, los datos duros, e intenta ingresar en una instancia más oculta que parece emerger en el uso del lenguaje poético.

C.E.- Bueno. El inconsciente es un misterio. En vos y en los personajes que construís. Stefan Zweig decía que el dato nos permite una configuración de situación de época, pero el personaje, la conformación del personaje se elabora desde la intuición.

Hay que trabajar con los dos hemisferios. 

Y dejar que lo inconsciente aflore. Los personajes también sueñan. En una dialéctica donde también somos soñados por ellos. ¿Cómo se explica? No lo sé. Sucede. 

J.T.- ¿Hasta qué punto la ficción puede hablar de la historia de las mujeres y a qué mecanismos recurre para hacerlo?

C.E.- La ficción arma un argumento. La base te da la historia. Se trata de armar un verosímil. Ahora, ¿Habla de la historia? Y, sí, habla de la historia. Escena es punto de vista. Y el personaje, si está bien construido, te convence de que así sucedió eso que le pasa. A tal punto que hasta te sucede a vos, te conmueve, resuena en tu propia historia, y hasta puede ayudarte a que te modifiques por un instante. Creo que la ficción tiende puentes con hechos, sucesos, personajes y articulan una historia actante. 

Mecanismos. 

Y lo he dicho ya. Leer. Buscar.

Dejar que los personajes hablen. No hablar por ellos. Eso es sobornarlos. Y se nota cuando alguien soborna a sus personajes. 

 

Bibliografía

Escofet, Cristina (2022) Travesías femeninas: Lo personal, lo confesional, lo político, lo histórico. Buenos Aires: Nueva Generación